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Finales de Agosto

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Son las 21:38. Vengo de dar un paseo. 








Llevo una semana sola en casa. Sin visitas ni nada. Así que hago lo que quiero todo el santo día. No me levanto más tarde de las nueve y media, desayuno bien todos los días y luego la rutina varia, dependiendo del momento. 

Los primeros días los pasé haciendo NADA. Pensando en todo lo que quería hacer pero sin hacerlo. Tumbada en el sofá o en la playa. Lo que me llevó a pensar que llevaba todo el año pidiendo lo que tenía ahora: tiempo para hacer mis cosas sin que nadie me moleste. No recordaba lo duro que era eso. Exige disciplina y poca vagancia. Así que un día me puse en marcha. Las cosas no se hacen solas. (A día de hoy hay mucho avanzado, eso quiere decir que el ritmo de trabajo es bueno. Yo estoy contenta).

Recordé todo lo que tenía que hacer y poco a poco me puse. Ahora me levanto un poco antes (porque no vagueo en la cama) desayuno, hago mis cosas y a mediodía me voy a la playa. Aprovecho que algunas personas se van a comer para coger su sitio. Así que por la tarde vuelvo a casa y me ducho. Después, según el día que tenga, o me quedo en casa pensando en tonterías o voy a comprar algo que me falta para comer o salgo a dar un paseo o en bicicleta.














Si como tarde, luego ya no ceno. Hay días que ni como ni ceno, sólo algún croisant o un tomate. No me apetece mucho cocinar, creo que es por las sartenes y las ollas que hay en la casa, no me gustan mucho. Eso y que me da pereza (y que no tengo mucha hambre)

Hoy volví un poco más tarde de la playa porque un señor se puso a hablar conmigo. También había ido solo. Él con su silla y su periódico, yo con mi toalla y mi bolso. 



Es una calita pequeña, así que estamos todos juntitos. Hemos hablado del pueblo, de su belleza, de viajes, de Barcelona, de Madrid y un poco de la vida. Le he dicho que salía poco por las noches por aquí, me ha mirado y me ha dicho: ¡disfruta! diviértete, ahora que puedes, que luego ya se pone complicado. Y joder, razón no le falta... Pero me pilla que todos mis amigos están de viaje y yo estoy de retiro espiritual... 

Llegué tarde y no comí. Los vecinos de al lado tienen visita, (o le han dejado el piso a alguien), hay gente más joven que la semana pasada, el bebé pesado que sólo sabe una palabra no está, y los chicos han traído una guitarra. Han amenizado un poco la tarde. 

He recordado que hoy se veía Venus y Júpiter en el cielo a eso de las 21h así que me he duchado, y al cabo del rato he hecho algo para cenar... A algo más de las ocho y media salía por la puerta de casa... 

Me he asegurado con la brújula que iba en dirección Oeste. Todo correcto. 

Nada más bajar (cómo no suelo salir a estas horas últimamente) me he quedado impresionada, bien, no sabría como decirlo... Sobrecogida. Estaba todo precioso. Había una brisa fresca, de esa que te enreda un poco el pelo. Muy de finales de agosto, muy de recordarte que septiembre se acerca. He subido la cuesta, el barrio olía a gambas a la plancha y a perfume de franceses (que ya sabemos que son más sofisticados), parecía que había algo menos de gente que las semanas anteriores, en las terrazas de los pisos estaban los lugareños, se apreciaban relajados por poder volver a disfrutar de un poco de tranquilidad. 

En la playa los vecinos hacían barbacoa y los niños se bañaban con la luz de la luna y del fuego. Se reunían todos, posiblemente era una cena de esas de despedida del verano.



He subido a la parte alta desde donde se ve todo el pueblo y la cala donde hacían el fuego y desde donde también se ve la luz del faro. Y he empezado a llorar. A llorar por la belleza de lo que veía, por ver que formaba parte de un paisaje extraordinario, pero creo que también lloraba por los recuerdos, por la soledad o por las ganas de compartir ese momento. 

Las montañas con pinos que dan al mar, las barcas de pescadores, los arcos, el faro, las calas, las callejuelas, los olores, las olas, la brisa... Tan pequeño y tan grande a la vez, y yo... sola, observándolo todo. Llorando sin saber muy bien por qué... Debe ser que si lloras cerca del mar, las lágrimas saladas se juntan con el agua y todo desaparece... Ves a saber...

De algún modo quería compartir ese momento, pero luego a la hora de la verdad no sé compartirlos. Soy muy mía... Que le vamos a hacer. Me acostumbro tanto a estar sola que luego cuesta. Cuesta mostrarse para afuera, cuesta expresarse, cuesta hablar... Cuando vas con alguien pocas veces te paras a disfrutar de un momento, y si lo haces dura menos. Cuando vas solo tienes todo el tiempo del mundo.

Me he quedado un rato disfrutando de las escena de los vecinos, mientras ponían las mesas, y los niños se bañaban. He pensado que estaban viviendo lo que serán sus recuerdos de verano en unos años. Aquí hacen todo lo que no pueden hacer en la ciudad, aquí son libres.










Al volver para casa, en el paseo los chicos tocaban la guitarra, la gente estaba sentada con las sillas en la calle charlando, y en las terrazas la gente empezaba a cenar. 

Todo estaba tranquilo y yo no había conseguido ver los planetas que buscaba. Bien, vi algo que creo que era eso, pero tengo mis dudas... Lo que si sé es que querer ver los planetas me hizo salir de casa (cómo el que va a buscar pokémons) y me hizo ver el pueblo a otro ritmo y con otra luz. Hacía muchísimo que no salía sola por la noche a la hora de cenar. 

Debajo de casa, en el club de vela, hay una especie de fiesta donde tocan música en directo, se nota que es el último fin de semana de agosto, que la gente araña estas horas disfrutando al máximo porque el lunes vuelven a la oficina... Aix...


Andaba, despacio, aguantado las lágrimas porque ahora había más gente. 

La brisa se había hecho un poco más fría.


Y yo hubiera abrazado al primer desconocido que me hubiera cruzado la mirada y me habría puesto a llorar hasta que se me acabaran las lágrimas.